Al comenzar este semestre, me sentí abrumado por la cantidad de información nueva y por lo desconocido de los temas que íbamos a abordar. No fue fácil enfrentar ese temor inicial, pues sentía que tal vez no estaba lo suficientemente preparado. Sin embargo, decidí cambiar mi perspectiva: en lugar de ver las dificultades como obstáculos, comencé a verlas como oportunidades para crecer y mejorar. Conforme avanzaban las unidades, me di cuenta de que el verdadero aprendizaje no se trata de entender todo de inmediato, sino de tener la voluntad de investigar, preguntar y seguir intentándolo, incluso cuando algo no queda claro a la primera. Cada pequeño logro, cada tema que lograba comprender, reforzaba mi confianza y mi compromiso con mi propio proceso de aprendizaje. Otra parte fundamental de esta etapa fue el trabajo en equipo. Me enfrenté por primera vez a la realidad de colaborar con personas con formas de pensar muy diferentes a la mía. Hubo momentos de tensión y desacuerdo, pero también descubrí el valor de escuchar, de ceder cuando es necesario y de encontrar puntos en común. Aprendí que un buen equipo no es el que siempre está de acuerdo, sino el que sabe comunicarse y trabajar hacia un objetivo compartido. Hoy me siento más seguro de mis capacidades y sé que puedo adaptarme a los cambios, superar los desafíos y crecer tanto de manera individual como en conjunto con otros. Esta experiencia me enseñó que la perseverancia, la humildad y la disposición a aprender son claves para avanzar.